viernes, 24 de agosto de 2007

El tren


La mujer caminaba por el andén de la estación ferroviaria, había doblado a la izquierda, muy segura de su camino. Al llegar a la salida retrocedió y cruzó todo el recinto. Apuraba el paso, la pequeña maleta entorpecía su andar. Semejaba una tortuga vagando. A las once y cuarto, una alegre familia que despedía a unos recién casados, pasó delante de ella. La mujer les preguntó por el tren en el que iba a viajar. Le dijeron que debía dar una vuelta y rehacer el camino hasta donde estaban las puertas giratorias, doblar por el pasillo de la galería comercial y subir la escalera mecánica hasta los nuevos andenes.
En el número ocho su tren se despedía. Los vaivenes del último vagón le hicieron burla. Se detuvo, agitada.

Caminó despacio, las pocas cuadras hasta su casa tornaban de niebla.
Tocó timbre, al abrirse la puerta, Anselmo, aún con la ropa de dormir, se hizo a un lado. María Victoria entró, contuvo lágrimas, dejó los guantes dentro del abrigo colgado, la maleta en el piso se hacía cada vez más pequeña.
Durante el almuerzo, ella contó que no tuvo coraje para ir a la estación y se había quedado sentada entre el tercer y el cuarto piso y que los vecinos que tienen perro preguntaron si había olvidado la llave. Otros, al ver la maleta, ni dijeron buenos días. Alguno con más confianza, la palmeó en el hombro diciendo: Estas son cosas que suceden.
Anselmo la tomó de las manos mirándola a los ojos y dijo: Estamos juntos. No importa nada más.
María Victoria escuchó el silbato del tren como un llamado. El suspiro se fue detrás de ese sonido, otro, quedó junto a ella, que sentada, inmóvil, con las manos aún entre las de Anselmo, escapaba en el último vagón.




® Cecilia Ortiz

4 comentarios:

Gustavo Tisocco dijo...

Buen texto Ceci, un abrazo Gus.

pepe montero dijo...

¿No serás Madam Bobary?

"El suspiro se fue detrás de ese sonido, otro, quedó junto a ella, que sentada, inmóvil, con las manos aún entre las de Anselmo, escapaba en el último vagón."

Eso lo podría haber escrito Flaubert.

Saludos desde Zaragoza, ciudad de la Expo.

Cecilia Ortiz dijo...

Gracias Gus.Abrazo.

Anónimo dijo...

Pepe, no soy Madame Bovary, ni lo quiero ser...
Gracias por tu comentario.
Flaubert podría haber escrito eso?
Te lo agradezco.
No sé que opinará él. Nos quedaremos con la duda, no?
Un abrazo enorme desde Buenos Aires.