domingo, 29 de agosto de 2010

Abrir la puerta










La angustia me estremece. No siento más que tirones en la garganta y sin ganas cierro los ojos, me acuesto.
Angustia juega a las visitas. Ofrece el té en una minúscula taza, vacía y deteriorada. No acepto el juego. Me ofrece otra taza: porcelana con bordes de plata, té dorado, cálido, tentador. La rechazo.
Se va ofendida y deja todo desordenado: las tazas en el piso, debajo de la alfombra, al costado de la cama.
También ha dejado los guantes largos y la cartera.
Volverá, apresurada, como siempre.
No abriré la puerta.



© Cecilia Ortiz