viernes, 23 de diciembre de 2011

Días especiales, saludos especiales






Recuérdeme que tecla no funcionaba. La voz de Ayelén, así se llama la empleada que está frente a mí, me despierta del letargo de la pequeña espera. Afuera está frío, muy frío para la fecha, parece mayo, por el viento, por la lluvia. La miro desde mi sorpresa porque la voz continúa, melodiosa, afuera hace frío y está lloviendo, no? Cuál era la tecla?.
Le explico.
Se pudo solucionar el desperfecto, si me entrega el móvil que está usando actualmente, el que está reparado lo probamos y verificamos, y … Ah, este está casi nuevo (se refiere al que estoy usando) se cansó del modelo y lo abandonó?
No, le respondo, él me abandonó. Hizo un intento de suicidio, dentro de un balde con agua, cayó en una zambullida impecable directo hasta el fondo.
Reímos las dos.
Busco en la cartera el cargador, del que usaba y ya no uso, y le pregunto, éste se podrá reparar, porque me parece que se le soltó la cadena (como a las bicicletas) o está esperando jubilación por anticipado.
Lo mira, tira de un cable y sí, se le soltó la cadena. El cable bailotea casi risueño.
Me permite el S. (se refiere al que usaba como muleto) La veo irse. Regresa con un cable gris, y la sonrisa más amplia. Es un cargador, con cable para usb (la compu) y además un enchufe, así lo veo, para cargar el móvil. Sigue sonriendo cuando dice, regalo de (nombra la empresa)¡Feliz navidad!
Salgo.
Sigue el frío, la lluvia, el viento. La gente camina rápido, esquivo paraguas. Me siento iluminada o templada por un sol especial que se instaló en medio del pecho, plexo solar, dicen algunos.
Voy a una librería. Mucha gente. Pregunto a una empleada por el libro que busco. Sale como disparada hacia una estantería y me muestra el trofeo. ¿Cuánto?
Ay, como si fuera oro. Y sí, lo buscaba desde hace tiempo y me decidí hoy. Encontrarlo así de rápido, es casi como milagro. El autor es conocido, Saramago. El libro es El evangelio según Jesucristo.
Cae más agua, llueve con ganas. Busco mi lugarcito, una cafetería a la que voy siempre que estoy en esta localidad.
Café con leche, vidriera salpicada, gente y más gente por las veredas empapadas.
El mozo me saluda. Un beso en la mejilla me sorprende. Cada vez que voy le doy uno o dos billetes dos pesos, recién hechos, porque sé que al hijo más grande le gustan así.
Hoy tengo preparado uno de cinco pesos, a estrenar. Se lo doy.
Otro beso y el deseo de Feliz Navidad me envuelve. Salgo al espacio mojado, aún caen algunas gotas.
Respiro el aire frío y húmedo. Camino hasta la estación de tren. Antes de llegar, entro a otro negocio. Una de las empleadas me conoce, hablamos un poco y me ayuda a elegir.
Me pregunta. Hablamos. Me dice que no me preocupe, que todo va a estar bien, que mañana, Nochebuena, va a pensar en mí para que todo pase y no me impaciente más.

No cuento todo, solo menciono para decir que el día de hoy es muy especial, dentro de algunas personas algo diferente se moviliza, algo que nos acerca.
Y hace que me olvide que la empleada que me dio el turno, con el dentista, razón por la cual salí hoy a pesar del día , se olvidó de volcarlo en la computadora, y por tanto, el turno escrito en la tarjeta, se había volatilizado y el doctor por una hora estaba ocupado con otro paciente. O esperaba o me daban para otro día… Muy a pesar de las disculpas me quedé con una sensación nada agradable.
Por eso seguí viaje hasta buscar el móvil reparado y …

Lo demás ya lo conté.
Me instalo en la frase el día de hoy es muy especial, dentro de algunas personas algo diferente se moviliza, algo que nos acerca. Y me quedo allí, con esa sensación de haber estado muy cerca de esas personas, desconocidas o algo conocidas, que vistieron de color el día de hoy.
Tal vez estaba predispuesta a generar lo que ocurrió. No lo sé.
Hoy es el día anterior a Nochebuena. A la noche buena para, reparar, reconciliar, resistir, relacionar, y todos los re que se me ocurran, muy dentro del corazón y en paz con el entorno y con lo interior de cada uno.

Feliz Nochebuena.
Feliz Navidad.
Feliz 2012
Para todos.
Abrazo grande.

Cecilia Ortiz