Bajo el
mismo sombrero
Para Coco Carranco
Iremos a Tonalá. Estamos en el XV Encuentro de mujeres poetas en el País de las Nubes.
El sol luce pleno en lo alto, brilla, promete.
Algunas compañeras llevan puesto sombrero. Socorro y yo nos miramos y decimos casi el mismo tiempo: Nos dará el tiempo para ir a comprarnos un sombrero…
Estamos frente a la plaza y no sabemos dónde ir a comprar. La hija de uno de los conductores de los automóviles que aguardan el que aún no llegó, nos dice, las acompaño es muy cerca.
Y salimos corriendo, cruzamos la plaza y nos internamos por unas callecitas desconocidas, llenas de comercios que ofrecen sus coloridas mercancías.
Tomo de la mano a Socorro, parecemos dos niñas, lo que parece es decía mi abuela.
La hija del conductor cada tanto se da vuelta y nos hace señas de que apuremos el paso.
Es una carrera hacía uno o dos sombreros que todavía no hemos encontrado. Son tantos y de todos colores, grandes, muy grandes.
Seguimos tomadas de la mano. Ya nos hemos acostumbrado a acomodar los pasos a la velocidad necesaria para ver las vidrieras, escuchar las ofertas, seleccionar algo que nos guste, seguir a la jovencita que insiste en que apuremos el paso.
Entramos en un comercio. Socorro señala unos sombreros y pregunta precios. No estoy acostumbrada al regateo, pero aquí es un ritual imperdible. No, es muy alto el precio, si, este me gusta pero quisiera algo más económico, no, algo más pequeño, si...
De improviso un sombrero se posa sobre mí y otro sobre Socorro, una voz masculina dice, están hechos para sus caras bellas, señoritas. Y le sugiere ir a tomar un trago a Socorro, como si ignorara que estamos tomadas de la mano, parecemos siamesas.
Entre risas, salimos corriendo del comercio, con la jovencita detrás de nosotras.
Hermanita, grito en medio de la algarabía, Socorro dice qué has dicho. Lo repito.
Hermanita que “arrastre” como decimos en mi país.
Y eso qué es?
Que a los hombres les
gustas.
Ah, por eso, no atiendas eso, son todos así.
Así cómo.
Era un hombre
mayor.
Sí.
Bueno, los hombres mayores son todos así, no importa cómo es la
mujer, solo cuenta que es más joven.
Ah.
Jadeando llegamos a la plaza. Desde la vereda
de la sombra se escuchan los comentarios, parecen niñitas, se han comprado el
mismo sombrero, no corran tanto que todavía no ha llegado el que falta.
Así nos convertimos en hermanitas. Y seguimos
todo el resto del viaje así. Fueron días con experiencias inolvidables.
Al regresar a Huajapan, al bajar del automóvil Socorro no encuentra su sombrero. Le obsequio el mío. Lo compartimos hermana, lo compartimos.
Todavía quedan varios días antes de regresar a D.F.
Y no solamente compartimos el mismo sombrero, también la misma sombra, el mismo sonido de nuestros pasos mientras recorremos las calles de esta ciudad, de la región Mixteca, que nos ha hospedado.
Y nos queda muy dentro todo, las risas, las lecturas, las conversaciones. Los días cálidos, las noches frías.
Separarnos es algo que deseamos hacer como si al otro días volviéramos a vernos.
Y así es. Y lo sigue siendo.
Han pasado más de cinco años. Nos hemos escrito por correo electrónico, hemos hablado por teléfono, nos hemos apuntalado en los momentos difíciles. Hemos hecho proyectos que andan girando alrededor sin abandonarnos.
Y jugamos a que si cruzamos la calle la otra está allí y espera con algo para beber o algo para comer, o para conversar, simplemente.
Socorro Carranco es mi hermana chiapaneca.
Qué más decir. Ella sabe lo que siento por ella y yo también sé lo que ella siente por mí.
Por eso siempre decimos bajo el mismo sombrero, porque ese sombrero es nuestro refugio, nuestro lugar secreto, nuestro símbolo de hermanas.
Todavía escucho nuestros pasos resonando similares cuando íbamos hasta el hotel luego de cenar, sí, y siento que estoy usando el sombrero que me protegió del sol con su sombra moteada de lucecitas pequeñas, los puntos de luz que se filtraban por la trama del tejido.
Bajo el mismo sombrero, parece el título de una canción, pero es parte de dos historias que se hicieron una para luego abrirse en dos y unirse cada tanto en el continuo movimiento de la vida.